8 mar 2015

Reflexión sobre el Día Internacional de la Mujer Trabajadora

El sistema capitalista y quienes lo comandan son tan perversos, que quieren venir a opacar con falsa galantería, también los días como el de la fecha: el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. 

Su origen refleja bastante la hipocresía que reina en nuestros días.
Un año después  de su proclamación (1910), más de cien mujeres, y una veintena de hombres, perdieron la vida en el incendio de la fábrica "Triangle Shirtwaist", debido a las nefastas condiciones laborales que reinaban en ese lugar. Es decir, que las muertes fueron causadas por los inescrupulosos explotadores. Igual que ahora.

En esa época, a “algunas pocas” mujeres luchadoras se les ocurría reclamar que, después de mil novecientos años de civilización "cristiana", se las posicionara en igualdad de derechos con respecto al hombre. Querían votar, ocupar cargos públicos, recibir un salario igual al que un hombre recibía por idéntica tarea. Es decir, algo completamente lógico donde existe la igualdad.

Cuestiones que siempre debieron haberse visto como básicas y naturales. Pero no fue así. Tampoco hoy es así.

Afortunadamente, la mujer ha conseguido un avance en la conquista de numerosos derechos. Pero también es bueno recordar, todos los días, que los derechos que no pueden ser ejercidos carecen de sentido para sus titulares. Es por eso que de nada sirve que un montón de normas estén escritas, por ahí, si las mujeres siguen siendo discriminadas o atacadas en sus trabajos, en su grupo familiar o social, o agredidas cuando caminan por la calle.

Esta doble moral es una de las bases del sistema capitalista, que oprime pero también mima a los oprimidos, haciéndoles creer que tienen derecho, a su vez, a oprimir a alguien más. Es esa misma doble moral que rige las mentes de gran parte de nuestro mundo, que por un lado reclama igualdad, pero por el otro otorga una inmensa entidad y fama desmedida a una novela que legitima la posesión y dominación del hombre por sobre la mujer, y lo promociona como un ideal de vida femenina, ¡que para colmo millones de mujeres machistas aceptan! Como si todas las mujeres debieran quedar recudidas a ser esclavas de un hombre a cambio de mimos consumistas. Como si solamente siendo estúpidas e inferiores pudieran ser felices. Como si su vida se limitara a recibir regalos de un hombre que las domina. ¿Qué más que asco y repulsión pueden despertar estas ideas para quien realmente desea que la igualdad de derechos reine?

Es por ello que creo que, reducir un día como el de hoy exclusivamente a regalarle un ramo de rosas, a decirle "feliz día" con una sonrisa, a invitarla a cenar, a resaltar los aspectos puramente estéticos y físicos de la mujer, a decirle que cierta ropa le queda bien, no es más que una manifestación de mediocridad machista y, lo que es mucho peor: denota complicidad con el modelo patriarcal que viene oprimiendo a la mujer desde hace siglos.

De ninguna manera deberíamos permitir que el mismo sistema que avaló y avala el machismo, el cual le resulta altamente funcional, acabe beneficiándose como producto de la banalización de un día que nos tiene que remontar a acontecimientos mucho más relevantes que un mero regalo, que al fin y al cabo, no es más que otro objeto de consumo.

La banalización es una de las herramientas más poderosas del sistema, que en días como el de hoy se hace notar más que nunca. Se trata -y en muchos casos, se logra- convertir la celebración de una conquista social en un día meramente banal, despojado de cualquier tipo de reflexión, donde lo único que importa es la compra de un regalo que retroalimente a ese mismo sistema que se encarga de oprimir a la mujer. Es una de las armas que promueven el “no pensar”, aún en días en los que la reflexión debería ser aún mayor.

Que todos esos halagos, tan comunes en este día, no queden desdibujados el resto del año. Que quien hoy invita a cenar a su mujer no sea el mismo que mañana le grite una asquerosidad a otra mujer por la calle, por creerse su dominador. Que quien abraza a su hija no sea mañana quien le diga que si sale así vestida a la calle y la violan, será por su exclusiva culpa. Que el empleador que lleva una rosa a su empleada no sea la misma persona que le paga un salario menor al que le pagaría a un hombre, por el sólo hecho de ser mujer. Que quienes van de la mano con su pareja por la calle, no se despachen señalando con el dedo a quien tenga una pollera corta. Que las mujeres no denominen "puta" a otra mujer que simplemente quiere llevar una vida distinta a la suya, o que prefiere acostarse con una persona que conoció hace una hora en lugar de hacerlo en un mes, o un año. Que si una mujer desea dedicarse al ejercicio libre de la prostitución, porque lo prefiere a trabajar 9 horas por día en una oficina, pueda ser contemplada por un cuerpo normativo acorde y no sea marcada como indigna. Que los hombres transmitan sus deseos sexuales en privado y con el consentimiento de la mujer, en lugar de hacerlo a los gritos por la vía pública, sobre una persona a la que ni siquiera conocen y sobre la cual se creen legítimos dominadores y poseedores. Que las mujeres dejen de asistir a lugares nocturnos atraídas por la gratuidad de la entrada, mientras que los hombres deben pagar el doble de lo que abonarían si personas de ambos sexos pagaran, oponiéndose de esta manera a ser la mercancía de quien explota el boliche, rechazando la idea de estar en este mundo solamente con el fin de atraer y complacer a los hombres. Que la mujer pueda abonar la estadía en un albergue transitorio, y el hombre pueda aceptarlo como algo lógico y natural, dejando atrás esta suerte de prostitución elegante, avalada por hombres y mujeres, que pregona que el hombre debe pagar todo, como si de esa manera fuera adquiriendo gradualmente el derecho a un encuentro sexual con esa mujer.

En fin, que la mujer logre en los hechos una verdadera autonomía e igualdad en derechos con respecto al hombre, gracias al retroceso de las ideas de antaño, formuladas por hombres y mujeres machistas.