10 dic 2025

El incontenible deseo por el uso vago de la inexistente inteligencia artificial

Autor: Ciliberto, Leonel J.

Fecha: 30-11-2025

Colección: Doctrina

Cita: MJ-DOC-18576-AR||MJD18576

Voces: INTELIGENCIA ARTIFICIAL – DEBIDO PROCESO – ABOGADOS – ÉTICA PROFESIONAL – TECNOLOGIA – PROCESO – JUECES

Sumario:
I. El problema. II. Velocidad en lugar de calidad. III. La inteligencia artificial no existe. IV. Hacia un proceso -aún más- deshumanizado y mecánico. V. La información no conduce a la verdad. VI. Nuevos precedentes disruptivos que no surgirán jamás. VII. Muchos prefieren haber estudiado. VIII. ¿Hacia dónde vamos y cuál es nuestro rol como profesionales?


Por Leonel J. Ciliberto (*)

«Desde hace mucho tiempo se alzan voces condenatorias de la ceguera de los juristas y, por eso mismo, admonitorias sobre el deterioro de la función del Derecho» (1).

Jorge Mosset Iturraspe.

I. EL PROBLEMA

El incontenible deseo de muchos abogados de nuestros tiempos es el de arrojar un caudal de información, datos y decires a una aplicación que se nutre de una -inexistente- inteligencia artificial y recolectar una demanda perfecta y bien diseñada.

El incontenible deseo de muchos jueces de nuestra época es el de no detenerse a elaborar los fundamentos de la sentencia, sino que sorprendentemente -¡y hasta se jactan de eso!- nos encontramos, cada vez con más habitualidad, con una llamativa cantidad de exposiciones de toda índole en las cuáles los mismos magistrados, víctimas de la sociedad de la transparencia tan bien caracterizada por Byung-Chul Han (2) se jactan de no hacer correctamente su trabajo y delegarlo en la mal llamada inteligencia artificial.

Esto es, verdaderamente, insólito. No tiene antecedentes en nuestro Derecho.

Jamás podría uno haber pensado que esto iba a suceder. Hasta hace muy pocos años, hubiera sido inconcebible que un juez se presentara ante un auditorio para confesar que no se dedicaba a la redacción de las sentencias, sino que prefería recurrir a mecanismos metajurídicos y a bases de datos sin sustento científico para que esa cosa, sea lo que fuere, las haga por él.

Hoy esto es una realidad. Y para colmo de males, vitoreada. El deseo incontenible es, hoy, el uso vago (3) de la inteligencia computacional.

II.VELOCIDAD EN LUGAR DE CALIDAD

Una comunidad jurídica presa de la aceleración (4), que prefiere malos resultados en menor tiempo en lugar de buenos resultados que demoren lo que el buen pensamiento demanda, pareciera estar encantada con ciertos magistrados que, insisto, de forma inconcebible, confiesan y se jactan de no realizar su trabajo correctamente, y en palabras de Oliva-Beltrán (5), de crear precedentes sintéticos dotados de una ética sintética.

La excusa frente a este fenómeno del uso vago de la inteligencia artificial puede ser uno de los tantos lugares comunes: «solo los casos sencillos se delegan a la inteligencia artificial» o «la revisión humana siempre está», suelen decir del lado de la judicatura, como si revisar fuese lo mismo que crear. Por parte de quienes ejercen la profesión liberal, «solo delego en la inteligencia artificial aquello que es mecánico» o «solo la utilizo para poner a prueba mi propio trabajo», como si una mal llamada inteligencia artificial pudiese comprobar la fortaleza o debilidad de un escrito dotado de humanidad.

Casualmente, mientras escribo estas líneas, un colega y amigo me acerca una noticia de una condena que fue anulada porque el juez de primera instancia recurrió a la inteligencia computacional y, como si esto ya de por sí no fuera escandaloso, olvidó borrar del texto de la sentencia el consejo que dicha inteligencia computacional le brindó, evidenciando de esta manera su uso, con la gravedad que ello conlleva.

A quienes ejercen la profesión liberal y se vanaglorian por el uso de herramientas de este estilo, les preguntaría qué opinarían sus clientes si supieran que delegan su trabajo en un aplicativo que devuelve respuestas en base a una estadística creada con base en argumentos metajurídicos.

Supongamos, también, que existen dos clases de juzgados: unos que implementan y utilizan la inteligencia computacional de manera confesa y otros que no la utilizan.

En el primer grupo, el proceso demora seis meses y en el segundo, cuatro años.¿Preferiría, usted, rifar la obra intelectual que significa confeccionar una demanda a una inteligencia computacional, en pos de la velocidad y en desmedro de la calidad? ¿o preferiría un proceso más extenso, pero analizado y estudiado por seres humanos?

III. LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL NO EXISTE

El lenguaje crea realidades y por eso es necesario llamar a las cosas por su nombre. Éric Sadin, quien con su habitual lucidez explica que asistimos a un golpe de estado retórico, cuestiona con total acierto el concepto de inteligencia artificial.

La pretendida inteligencia artificial partió de la base de la reproducción de la inteligencia humana por medio de mecanismos computacionales, y es aquí donde encuentra su talón de Aquiles.

«Esto es así por dos razones. La primera es que estas arquitecturas están desprovistas de cuerpos, y que representan solo máquinas de cálculos cuya función se limita al tratamiento de flujos informacionales abstractos. [.] Estamos frente a una concepción trunca, restringida y sesgada de lo que supone el proceso de la inteligencia, que es indisociable de su tensión con una aprehensión multisensorial y no sistematizable del medio ambiente [.].

La segunda razón es que no existe inteligencia que pueda vivir aislada, encerrada en sus propias lógicas [.] La inteligencia es indisociable de las relaciones abiertas e indeterminadas con los seres y las cosas, de un contexto epigenético, o sea de un medio compuesto en el seno del cual evoluciona y se singulariza» (6).

Es por ello que adopto la denominación inteligencia computacional en lugar de inteligencia artificial.

IV. HACIA UN PROCESO -AÚN MÁS- DESHUMANIZADO Y MECÁNICO

Gracias a la claridad de Éric Sadin, podemos advertir que nos encontramos en los albores de un proceso mecanizado y deshumanizado, protagonizado por abogados que no redactan ni fundan sus demandas y jueces que no dictan ni fundan sus sentencias.

Como, aunque me fuercen yo nunca voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor (7), mi honestidad intelectual me obliga a expresar que el proceso ya se encontraba mecanizado y deshumanizado antes de la irrupción de la inteligencia computacional.Parafraseando a Alejandro Dolina, no vayamos a creer que porque el presente es aciago el pasado fue algo necesariamente maravilloso.

El asunto es que la completa delegación que ciertos profesionales proponen, de manera expresa o subrepticia, viene a hacer peligrar los pocos dejos de humanidad que hoy conserva el proceso, esencialmente escrito y con escaso contacto entre las partes y los funcionarios, aún pese a los avances que la oralidad ha tenido en los últimos años.

Las etimologías son útiles para recordar de dónde venimos. La experiencia profesional nos indica que lo más ventajoso para las partes en un proceso es llegar a un buen acuerdo. Los componentes léxicos de la palabra acuerdo son ad, que significa hacia, y cordis, que significa corazón.

Es decir, que llegar a un acuerdo, es dirigirse hacia el corazón.

¿Cómo se puede, entonces, llegar al corazón sin humanidad? ¿Cómo es posible zanjar problemáticas de índole humana delegándoselas enteramente a la inteligencia computacional?

Afortunadamente, es imposible. Necesitamos y necesitaremos siempre de humanidad.

Tenemos dos opciones: rehumanizar el proceso y rechazar todo empleo de inteligencias computacionales o delegarlo a estas y deshumanizarlo por completo.

V. LA INFORMACIÓN NO CONDUCE A LA VERDAD

Yuval Harari es otro de los autores que nos permite intentar comprender este alocado mundo en el cual vivimos.Su última obra, Nexus, transita sobre el eje de la idea ingenua de la información, la cual podría sintetizarse en la falsa creencia de que un mayor caudal de información nos acerca a la verdad.

«La idea ingenua aduce que, al hacer acopio y procesar mucha más información de la que pueden recabar los individuos por sí solos, las grandes redes alcanzan un mayor conocimiento en campos como la medicina, la física, la economía y otros muchos, lo que hace que la red no solo sea poderosa, sino también sabia [.] De modo que la idea ingenua implica que las redes ilusorias han de ser anormalidades y que por lo general puede confiarse en que las grandes redes manejen el poder con sensatez» (8).

Agrega luego que está de acuerdo «en que la verdad es una representación exacta de la realidad. Pero [.] que la mayoría de la información no intenta representar la realidad y que lo que define la información es algo completamente diferente. La mayoría de la información en la sociedad humana, y sin duda en otros sistemas biológicos y físicos, no representa nada» (9).

Esta creencia explicada con la claridad característica de Harari, se patentiza en la ciencia jurídica hoy como nunca antes. La asimilación entre información y verdad es tan evidente como peligrosa.

Muchos abogados hoy buscan información en lugar de buscar la verdad.Por eso ya contamos con varios precedentes en los cuales abogados han sido sancionados por volcar citas de precedentes inexistentes proporcionadas por la inteligencia computacional.

Pongámonos a pensar por un momento en el peligro que representa el hecho de que esas demandas, con citas de precedentes inexistentes proporcionados por la inteligencia computacional, sean a su vez resueltas por esta misma inteligencia computacional, que reputaría a esas citas como válidas, puesto que la misma base de datos que suministra información al abogado es aquella que la acerca al juez.

Ahora bien, ninguno de estos intérpretes recibe verdad, sino solamente información.

Es como si el fenómeno de las redes sociales, ámbito recreativo en el cual se le ha hecho decir a Nietzsche y Marco Aurelio aquello que jamás dijeron, se trasladara gradualmente al ámbito jurídico, convirtiendo a la ciencia jurídica en una suerte de espacio lúdico en el cual la verdad ya no importa, sino solo la información, incluso aunque sea falsa.

VI. NUEVOS PRECEDENTES DISRUPTIVOS QUE NO SURGIRÁN JAMÁS

Hace poco, tuve el placer de leer un artículo escrito por Gonzalo Oliva-Beltrán (10) en el cual hace hincapié en que el uso irresponsable de la inteligencia computacional deriva en la producción de precedentes sintéticos, y consecuentemente, de una ética sintética.

Por otra parte, refleja con total acierto que el empleo ciego de inteligencias computacionales solo permitirá la reproducción y repetición de precedentes ya consolidados, vedando así el surgimiento de los leading cases, aquellos fallos disruptivos que desafían el statu quo y son una virtud fundamental del sistema.

Entonces, «Preservar ese potencial disruptivo es clave para que el derecho siga siendo un instrumento dinámico, capaz de responder a los cambios sociales y ampliar los márgenes de justicia» (11).

VII. MUCHOS PREFIEREN HABER ESTUDIADO

Alejandro Dolina, en una emisión de su afamado programa radial La Venganza Será Terrible, del año 1994 (12), dijo algo tan cierto como preocupante: «tengo para mí que la gente no quiere leer.Quiere haber leído [.] La gente de hoy, que es muy ansiosa, que quiere una rápida satisfacción, que no espera por los placeres [.] tiene la sensación de que nunca terminará de leer Los Miserables pero le gustaría haber leído Los Miserables».

Avanza luego, con el tono humorístico complejo que lo caracteriza, diciendo que propone la invención de pastillas o inyecciones que contengan libros y permitan a las personas darse por leídas sin haber leído. Con tan solo tomar una pastilla o darse una inyección, una persona podría recordar el contenido de un libro tal como aquél que lo ha leído.

Concluye luego en que eso es una porquería, porque «más que el saber que un libro deja como sedimento lo que nos hace mejores [.] es el esfuerzo de la lectura, el esfuerzo de la mente y del corazón por apropiarse de lo que el libro puede ofrecer. Ese esfuerzo es el que nos mejora y no el haberse apropiado de unos conocimientos que en el libro estaban [.] Esas pastillas son quizá, y lo siento tanto, para aquellos que sean incapaces de comprender que un libro es un placer».

Hoy, la abogacía, contagiada por este clima de época, gradualmente se está poblando de profesionales que prefieren la pastilla provista por la inteligencia computacional al estudio detenido de las cuestiones jurídicas.

Evitemos, como profesionales que somos, caer en este facilismo, y optemos por la complejidad que nuestra tarea amerita.No conculquemos ante frases hechas del mercado tales como «la abogacía de hoy», «lo que se viene», «si usted no aprende lo que es la IA no podrá seguir siendo abogado», ni nos dejemos atrapar por discursos que parecieran significar que de lo único que vamos a hablar en los próximos años es de inteligencia computacional.

En una sociedad con serios desafíos culturales como la nuestra, donde el asfalto presenta baches y los autos circulan sin chapa patente, sin adentrarme en otros problemas todavía más serios y estructurales, no creamos que el futuro solo incluirá casos relacionados con la inteligencia computacional, pues basta con observar cuáles son los casos que tramitan en nuestros estudios jurídicos y en nuestros tribunales para desmentirlo.

En nuestro país, la inteligencia computacional puede esperar y conviene ocuparse de aquello que es verdaderamente angustiante para quienes lo habitamos (13).

VIII. ¿HACIA DÓNDE VAMOS Y CUÁL ES NUESTRO ROL COMO PROFESIONALES?

Esta diatriba (14) tiene como finalidad que nos preguntemos cuál es nuestro rol como profesionales y qué respuestas debe brindar el derecho al estado de situación que estamos viviendo. De esos interrogantes surgen las siguientes conclusiones.

Las demandas y las sentencias que han sido confeccionadas con el empleo -aunque sea mínimo- de alguna herramienta de las denominadas como de inteligencia artificial -en pureza, inteligencia computacional- no cumplen con el requisito de fundamentación, porque la fundamentación es un acto esencial e íntegramente humano, basado en el razonamiento, y no en la mera recolección de información que, mediante el empleo de estos mecanismos, hasta puede ser metajurídica.

Consecuentemente, las demandadas realizadas con empleo de inteligencias computacionales padecen de un defecto legal y las sentencias dictadas con empleo de inteligencias computacionales no tienen efecto de cosa juzgada, puesto que en ellas nadie juzga.

El proceso corre el riesgo de llegar a su faceta más deshumanizada y ficcional, convirtiéndose en un intercambio de pareceres entre inteligencias computacionales, transformando a los operadores jurídicos en meros engranajes.Lamentablemente, las consecuencias de la deshumanización recaerán sobre personas de carne y hueso.

Peligrosamente, siguiendo este silogismo, cualquiera podría ser operador jurídico, incluso sin haber pisado la Facultad de Derecho.

Cuando un juez sentencia copiando y pegando un argumento brindado por una herramienta de inteligencia computacional, no está cumpliendo adecuadamente con su rol. No está fundando su sentencia.

Cuando un abogado redacta una demanda copiando y pegando un argumento brindado por una herramienta de inteligencia computacional, no está cumpliendo adecuadamente su rol. No está fundando su demanda.

En un mundo cada vez más acelerado, el ritual que el proceso impone debe ser defendido, y con ello la humanización del proceso, en desmedro del contagio de la deshumanización proveniente de otros foros.

Huelga aclarar que este artículo ha sido redactado enteramente por un ser humano, por eso contiene errores y aciertos y, sobre todo, invita a debatir con otros humanos.

(*) Abogado (UBA). Especialista en Derecho de Daños (UBA). Profesor adjunto en Contratos Civiles y Comerciales (UBA). Docente en Derechos del Consumidor (UBA) y en Responsabilidad de las Redes Sociales y Plataformas Digitales (UBA). Docente en cursos de Posgrado Accidentes de Tránsito y Transporte (UBA) y Nuevas Tecnologías y su Impacto en los Contratos y el Derecho de daños (UBA).

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(1) MOSSET ITURRASPE, Jorge. Daño moral. Dolor, en Revista de Derecho de Daños, Responsabilidad por daño no patrimonial, 2018-3, Rubinzal - Culzoni, Santa Fe, 2018, p. 10.

(2) HAN, Byung-Chul. La Sociedad de la Transparencia. Primera edición, novena reimpresión. Herder. Buenos Aires. 2023 (edición original de 2012). Pág. 22.

(3) En la primera de las acepciones del término según la RAE: Holgazán, perezoso, poco trabajador.

(4) HAN, Byung-Chul. La Sociedad de la Transparencia. Primera edición, novena reimpresión. Herder. Buenos Aires. 2023 (edición original de 2012). Pág. 59.

(5) OLIVA-BELTRÁN, Gonzalo. Precedentes sintéticos y ética sintética: riesgos y posibilidades del uso de inteligencia artificial en la evolución jurisprudencial. elDial DC3627. 4/6/2025.

(6) SADIN, Éric. La Inteligencia Artificial o el Desafío del Siglo: Anatomía de un antihumanismo radical. Primera edición, cuarta reimpresión. Caja Negra. CABA. 2024 (edición original del año 2018), Pág.35/36.

(7) Frase de la canción Cantata de Puentes Amarillos, del álbum Artaud (1973), de Pescado Rabioso, compuesta por Luis Alberto Spinetta, a quien ninguna inteligencia computacional podrá animarse a igualar.

(8) HARARI, Yuval Noah. Nexus. Primera edición. Debate. CABA. 2024. Pág. 15.

(9) HARARI, Yuval Noah. Nexus. Primera edición. Debate. CABA. 2024. Pág. 41.

(10) OLIVA-BELTRÁN, Gonzalo. Precedentes sintéticos y ética sintética: riesgos y posibilidades del uso de inteligencia artificial en la evolución jurisprudencial. elDial DC3627. 4/6/2025.

(11) OLIVA-BELTRÁN, Gonzalo. Precedentes sintéticos y ética sintética: riesgos y posibilidades del uso de inteligencia artificial en la evolución jurisprudencial. elDial DC3627. 4/6/2025.

(12) Disponible en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=5Tat-y3hPfw

(13) CILIBERTO, Leonel Javier. El mundo lento y el mundo rápido ¿Es nuestro mundo el amenazado por la inteligencia artificial? RC D 54/2025. 20/2/2025.

(14) Palabra que aprendí leyendo el libro Contra los Hijos de Lina Meruane y no ´prompteando´

(15) MOSSET ITURRASPE, Jorge. Daño moral. Dolor, en Revista de Derecho de Daños, Responsabilidad por daño no patrimonial, 2018-3, Rubinzal - Culzoni, Santa Fe, 2018, p. 10.

(*) Abogado (UBA). Especialista en Derecho de Daños (UBA). Profesor adjunto en Contratos Civiles y Comerciales (UBA). Docente en Derechos del Consumidor (UBA) y en Responsabilidad de las Redes Sociales y Plataformas Digitales (UBA). Docente en cursos de Posgrado Accidentes de Tránsito y Transporte (UBA) y Nuevas Tecnologías y su Impacto en los Contratos y el Derecho de daños (UBA).