Me encantan los músicos callejeros. Muchos tocan muy bien, con alegría, pese a notarse en sus rostros las marcas de los momentos desagradables que seguramente viven por no tener una casa digna en donde vivir.
Hoy lo escuché a Eduardo en el subte (línea D), junto a su hermanito que bailaba, tocando el acordeón. Creo que todos los que estábamos en el vagón le dimos dinero. Alegró a muchas personas y sacó sonrisas de esas caras incólumes que solemos ver en el subte.
Lo que más me llamó la atención fue la cara de algunos cuando vieron que le había hablado al pibe para preguntarle cómo había aprendido a tocar. Me miraban insinuando que yo era un pecador por hablar con "alguien así". Eduardo, muy cordial, respondió "toco de oído, porque me enseñó mi hermano, pero no sé leer partituras". Acto seguido, me dió la mano y me dijo "un gusto". Un caballero, mucho más gentil y adulto que esos a quienes el traje les tapa la grasa de su alma, mientras creen llevarse el mundo por delante.
Hoy lo escuché a Eduardo en el subte (línea D), junto a su hermanito que bailaba, tocando el acordeón. Creo que todos los que estábamos en el vagón le dimos dinero. Alegró a muchas personas y sacó sonrisas de esas caras incólumes que solemos ver en el subte.
Lo que más me llamó la atención fue la cara de algunos cuando vieron que le había hablado al pibe para preguntarle cómo había aprendido a tocar. Me miraban insinuando que yo era un pecador por hablar con "alguien así". Eduardo, muy cordial, respondió "toco de oído, porque me enseñó mi hermano, pero no sé leer partituras". Acto seguido, me dió la mano y me dijo "un gusto". Un caballero, mucho más gentil y adulto que esos a quienes el traje les tapa la grasa de su alma, mientras creen llevarse el mundo por delante.