Después de un año 2020 en el cual debieron posponerse varios viajes en bicicleta previamente planificados, nació la idea de realizar un recorrido circular que comenzara y terminara en Santa Clara del Mar, con el objetivo de unir el mar con las sierras, por caminos rurales y de asfalto. Más precisamente, el trayecto completo fue Santa Clara del Mar – Miramar – Balcarce – Napaleofú – Tandil – Ayacucho – Santa Clara del Mar, habiendo contabilizado un total de 500 km.
Como en todo viaje cicloturista, por más planificación que exista, siempre es necesario toparse con los diferentes caminos para saber cómo son en realidad. Y aquello que tampoco puede planearse es la temperatura con la cual haremos el recorrido. En esta oportunidad, durante las ocho jornadas de duración del viaje, de las cuales seis fueron de pedaleo, una ola de calor nos obligó a restructurar los horarios de salida y de arribo.
El recorrido comenzó con un trayecto marítimo, hasta Miramar, donde abandonamos dicho paisaje para adentrarnos en la sierra y sus dificultades, que con el calor se hicieron verdaderamente hostiles al principio, aunque el tramo que va desde Miramar hasta Tandil es tan lindo que contrarresta cualquier contrariedad.
Desde Tandil en adelante, los caminos se vuelven más amigables, en coherencia con el alejamiento de la zona serrana. En cada trayecto reseñado debajo, aclararé las distancias recorridas, mas no así las alturas, porque la medición de la aplicación Wikiloc no es exacta en este aspecto.
Santa Clara del Mar – Miramar
Distancia: 74 km.
Enlace Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/santa-clara-del-mar-miramar-64200288#lb-embed
Un calor anormal, incluso para el mes de enero, se hizo sentir el lunes 18 en el cual dimos comienzo al viaje. El pedaleo comenzó en soledad desde Santa Clara del Mar, partiendo hacia la siempre agitada Mar del Plata, en donde pasaría a buscar a Naty, que venía en el tren desde Buenos Aires.
Su tren llegó puntual al mediodía y antes de las 13 horas, ya estábamos saliendo del centro marplatense, en dirección a Miramar, siempre por la costa, transitando por la ruta 11, que presenta en toda su extensión una banquina ideal para pedalear. Pensábamos que la famosa subida de la Avenida Colón sería una de las pocas cuestas del recorrido: nos equivocamos.
El camino hacia Miramar puede no presentar mayores dificultades con un clima normal y en un horario matutino, pero con 35 grados, en franja horaria vespertina, resultó un verdadero desgaste.
Al margen de las inclemencias climáticas, hay que resaltar
que el trayecto es verdaderamente precioso, ya que en casi todo momento pedaleamos con el mar ante nuestros ojos y frente a un paisaje arbolado.
Tras varias paradas de descanso, ingesta de frutas y sobre todo de líquido, arribamos a Miramar cerca de las 18 horas.
Miramar – Balcarce
Distancia: 72 km.
Enlace
Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/miramar-balcarce-64249318
El día anterior había sido duro, aunque ello se lo habíamos
atribuido a que la pedaleada fue vespertina. La mañana suponía algún alivio,
pero el calor continuaba en ascenso, así como lo haría durante todos los días
hasta el final del viaje. Entonces, hubo que encontrar una solución a partir
del recorrido siguiente: comenzar a pedalear todos los días a las 6 am, horario en que salimos desde Miramar hacia Balcarce.
Tras salir del centro de Miramar, tomamos el camino que une dicha ciudad con Otamendi, ciudad que se encuentra a unos 20 km y que significa el último punto con comercios disponibles para aprovisionarse. No volveríamos a encontrar el asfalto hasta llegar a Balcarce, a excepción de brevísimos tramos intermedios.
Al llegar a Otamendi, un lugareño que venía pedaleando nos dijo que lo que seguía era lindo, pero había que pasar por La Piedrita… Nos advirtió que, tras dejar atrás la estancia homónima, nos íbamos a encontrar con algunas subidas y un terreno desafiante. Tenía razón.
En lo personal, este día fue el que más me costó del recorrido y de todos los viajes que haya hecho. Hay que contemplar que confluyeron varios condimentos que lo generaron y que no se debió exclusivamente a las características del recorrido. El más acuciante fue el calor. La temperatura ya era alta a las 10 horas y durante la tarde llegó a los 36°, con vaya uno a saber cuánto de sensación térmica. El problema de pedalear en estas condiciones, por terrenos en los cuales no es posible aprovisionarse, es el desgaste psicológico que causa ek pensar en la posible falta de agua.
Durante la totalidad del recorrido habré tomado cerca de nueve litros de agua. Las paradas tenían que ser extensas para poder recuperarme adecuadamente, en zonas en las cuales la sombra no abunda.
La salvación llegó cuando apareció una zona con algunas estancias, en la cual nació la esperanza de encontrarlas habitadas, hasta que de pronto una tranquera abierta y una canilla se transformaron en lo más deseado. Verdaderamente no sé cómo hubiéramos continuado de no haber sido por esa canilla salvadora.
Tras haber recargado nuestras caramañolas y termos, continuamos con la esperanza de que lo que vendría sería más ameno, pero el calor no daba tregua alguna.
Afortunadamente y en contraposición con las altas temperaturas, el paisaje continuaba siendo bellísimo, las sierras comenzaban a protagonizar el recorrido y esto permitía que la mente se distrajera mientras cada vuelta de pedal costaba mucho más de lo habitual.
Sabemos que los ciclistas somos testarudos. Queremos llegar a
toda costa. Con calor, cuesta arriba, por tierra, ripio, con viento en contra, poca agua, o como le dije a Naty, que estaba enterísima soportando mi hastío y
mi condición particular de caluroso serial, llegamos con el orgullo, más que
con las piernas.
Así fue el arribo a Balcarce, donde inmediatamente ingresé a
la despensa más cercana para consumir, sin frugalidad, un litro de Coca Cola en envase de vidrio. Podrán
decir que esta gaseosa es mala, pero en las pedaleadas hace milagros.
En Balcarce, donde descansamos un día, ascendimos a la Sierra
La Barrosa. Se trata de una subida relativamente sencilla, que puede hacerse en
15/30 minutos y que nos permite visualizar el autódromo y la ciudad. El sendero nace desde el mirador y está marcado. Vale la pena el esfuercito.
Balcarce – Napaleofú
Distancia: 72 km.
Enlace Wikiloc:
https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/balcarce-napaleofu-64318891
Como adelanté, la experiencia del día anterior nos hizo
reacomodar todos los planes a la ola de calor imperante y la mejor idea que
tuvimos en todo el viaje fue la de haber empezado a pedalear a las 6 horas. En
condiciones normales, en estas zonas, esto podría garantizar hasta cuatro o
cinco horas de fresco, pero en éstas, el sol nos daba tregua, con suerte, hasta
las 8:30 horas. Incluso hubo días en los cuales ya hacía calor a las 6:30 horas.
Todo el tramo rural que va desde Balcarce hasta Napaleofú es bellísimo. El único punto en el cual se puede hacer una escala para dormir es Napaleofú, donde terminamos alojándonos en la casa de Lupín, que nos ofreció quedarnos allí cuando ya estábamos a punto de armar la carpa en algún lugar del pueblo. Con estas actitudes uno se da cuenta de que la vida lejos de las grandes urbes es absolutamente distinta: la confianza, solidaridad y empatía reinan en estos pequeños poblados. La gente quiere ayudar y lo lleva a la práctica. Sin buscar nada a cambio, Marcelo, un trabajador de la YPF del pueblo, nos enlazó con Lupín, quien nos dejó literalmente su casa en construcción avanzada y con perfectas comodidades para que podamos ducharnos, cenar y dormir bajo techo.
Volviendo al recorrido, es importante señalar que desde desde Balcarce hasta Napaleofú, el único punto para aprovisionarse se encuentra en Dos Naciones, un pequeño poblado que aparece 10 km antes de la intersección entre el camino rural y la ruta 227, en el cual una clásica almacén antigua nos invita a hacer una escala.
En la intersección con la ruta 227, hay un mercado llamado La
Alianza, que estaba cerrado cuando pasamos, seguramente debido al horario. En
el pueblo, la siesta es sagrada. De allí en adelante, solamente nos restaría
pedalear un tramo por asfalto de unos pocos kilómetros, por una ruta en muy
buenas condiciones, hasta ver el cartel que nos indicó que habíamos llegado a
Napaleofú.
Napaleofú es uno de esos lugares en los cuales uno
difícilmente se detendría a no ser por estar pedaleando. Es lindo ser testigo
de cómo es la vida en estos lugares pequeños, aunque sea por un día. Napaleofú
(que significa arroyo chico), tiene la particularidad de pertenecer a tres
partidos, en la práctica (Balcarce-Lobería-Tandil), aunque administrativamente
forma parte del de Balcarce. Las calles no tuvieron nombre hasta 1994, momento en el
cual las empresas prestadoras de servicios comenzaron a necesitar ubicar a los
habitantes para cobrarles por dicha prestación. En ciertas escuelas y clubes, una parte
del establecimiento se encuentra en un partido y la otra parte en otro.
Napaleofú – Tandil
Distancia: 50 km
Enlace
Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/napaleofu-tandil-64352271
Salimos con la primera luz del día hacia Tandil, ciudad que
se puede alcanzar por un camino rural que sale de Napaleofú y conserva la
belleza del trayecto anterior. También tiene lomadas, accidente geográfico que
se repite prácticamente en todo lugar desde Balcarce hasta Tandil. Es
interesante encontrar paisajes y trayectos tan desafiantes dentro de la
Provincia de Buenos Aires y con tanta cercanía. En este trayecto no hay nada
para aprovisionarse, por lo cual hay que tenerlo en cuenta antes de salir. El lado positivo: siguen apareciendo paisajes preciosos para pedalear.
La llegada a Tandil merece un párrafo aparte. Por más que uno la haya pedaleado varias veces, igualmente sorprende y alucina por su belleza. Desde la intersección del camino rural -que luego se transforma en la Avenida Don Bosco- con la ruta 74 hasta el corazón de la ciudad -el Lago del Fuerte- todo es hermoso. La sierra se nos acerca cada vez más y nos hace olvidar la dura pendiente que nos da la bienvenida a la preciosa y siempre por mí amada ciudad de Tandil.
Tal vez el hecho de que, tras haber comprado mi primera
bicicleta, haya viajado a esa ciudad para dar las primeras vueltas y al mismo
tiempo, haya conocido gente y lugares tan espectaculares, sea lo que me dé
ganas de volver, una y otra vez.
De más está decir que es un lugar que se puede recorrer de
mil maneras y modos.
Tandil – Ayacucho
Distancia: 68 km
Enlace Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/tandil-ayacucho-64509709
Tras dos días de estadía en Tandil, continuamos nuestro
camino hacia Ayacucho, ciudad que se encuentra unos 70 km al este. Este día fue
el pico de la ola de calor y ya a las 6:30 horas el calor era insoportable. La
compensación llegó con las características del recorrido: plano y mayormente en
bajada hacia el destino.
Este trayecto fue, tal vez, el más monótono del viaje. Se
trata de una recta de ripio y tierra, que ofrece un paisaje entretenido durante
los primeros 20 km, que coinciden con mucha piedra y “serruchito”, que luego se
torna una secuencia infinita hasta que los cruces de las rutas 29, en primer
lugar, y la ruta 50, que tomamos para ingresar al corazón de la ciudad, nos
alertan que estamos cerca de Ayacucho.
En el camino, se dejan atrás el Club Defensores El Solcito y
el Jardín de Infantes N°903 Salvador Mario Zeben, además de la estación
abandonada del ferrocarril llamada Cangallo, que se encuentra tomada. Tampoco
hay servicios de ningún tipo en todo el trayecto, siendo la primera oportunidad
de abastecerse, la estación de GNC ubicada sobre la ruta 50.
Ayacucho – Santa Clara del Mar
Distancia: 166 km
Enlace
Wikiloc: https://es.wikiloc.com/rutas-cicloturismo/ayacucho-santa-clara-del-mar-64581872
En el que inesperadamente y fuera de todo tipo de plan, terminaría
siendo el último día de nuestro viaje, partimos bien temprano desde Ayacucho y con una espesa
niebla, con la intención de llegar a Coronel Vidal, a través de las rutas 74 y
2. La gran ventaja de la niebla fue que trajo un fresco inusitado en esos días harto calurosos, el cual nos permitió pedalear con un poco más de efectividad hasta
entrada la media mañana, momento en que ya identificábamos con el comienzo de
las horas duras de excesivo calor.
Originalmente, habíamos planeado pedalear este tramo del viaje en dos días, de
manera de unir Ayacucho con Coronel Vidal -105 km- y luego llegar a Santa Clara
del Mar completando los restantes 65 km al día siguiente. En el mejor de los
casos, podríamos haber pensado en alcanzar la ciudad de Vivoratá y así quedar
aún más cerca de Santa Clara del Mar. No se trataba de la ambición por llegar
únicamente, sino que una importante tormenta amenazaba con explotar al día
siguiente y probablemente nos obligaría a quedarnos allí hasta que cesara. Este tramo significó la transición de los caminos de tierra, por los cuales veníamos transitando desde Miramar, casi ininterrumpidamente, a los de asfalto.
Aún con la espesa niebla llegamos a la intersección entre la Avenida Perón y la ruta 74, en Ayacucho. Antes de tomar la mencionada ruta, optamos por encender nuestras luces traseras y ubicarnos de manera que Naty quedara detrás-por ser sus alforjas rojas- y así tornarnos más visibles. La ruta 74, si bien es una ruta poco transitada en comparación con la ruta 2, es doble mano y sin banquina.
Lo destacable, no solamente en este trayecto sino durante todo el recorrido, fue la buenísima onda que toda la gente que nos cruzamos, sea en auto, a pie, o como fuera, nos aportó.
Comenzamos a ritmo firme y constante hasta llegar al cruce de
las rutas 74 y 2, habiendo hecho algunas paradas intermedias para refrescarnos
y distender, pasadas las 10 horas. Allí se encuentra la ciudad de Las Armas, que
ofrece una estación de tren para visitar, al igual que sus vecinas General
Pirán, Coronel Vidal, Vivoratá y Cobo.
El viento cruzado en contra que nos golpeó levemente mientras
transitábamos los 60 km existentes entre Ayacucho y Las Armas, a la vez
significaban un buen presagio: si la dirección del viento continuara incólume, en la
ruta 2 nos iba a ayudar. Y así fue. Esta fue la motivación principal que nos
llevó a empezar a albergar en nuestras mentes la, hasta entonces, loca idea de
llegar hasta Santa Clara del Mar en un solo día. A ello se le sumó la banquina
amplia de la ruta 2, que permite pedalear con mayor tranquilidad, y la
posibilidad de comprar bebidas cada 20 km, tanto en General Pirán, como en Coronel
Vidal y Vivoratá.
Cerca del mediodía ya habíamos alcanzado el objetivo
principal, que era llegar a General Pirán, con la posibilidad de continuar hasta
Coronel Vidal. Tras haber recorrido la estación del ferrocarril y la plaza, con estatua de la
libertad incluida, almorzamos en la estación de servicio de General Pirán, y a
eso de las 14:20 horas, haciéndole frente a unos 36° de temperatura, arrancamos
hacia Coronel Vidal. Como llegamos llamativamente rápido y en buen estado,
optamos por hacer una breve parada y proseguir hasta Vivoratá.
En Vivoratá, a eso de las 16:30 horas, el calor se tornó
exasperante, pero la buena noticia fue que encontramos un supermercado abierto para
comprar bebidas y una familia que nos dio un balde de agua para refrescarnos. Un
balde de agua puede ser el mayor placer para un ciclista acalorado.
En ese entonces, siendo las 17 horas, estábamos a 30 km de
Santa Clara del Mar, pero con más de 130 km a cuestas... Sabíamos que el camino iba a continuar con viento a favor
hasta el famoso Aquasol que anuncia el acceso hacia Santa Clara del Mar,
ubicado a 20 km de Vivoratá, y que a partir de allí, solamente quedarían por
recorrer los poco más de 10 km restantes hasta Santa Clara del Mar. El objetivo
estaba muy cerca y apostamos por cumplirlo. Lo lograríamos. A pocos kilómetros
del acceso a Santa Clara del Mar, irrumpió el único pinchazo del viaje, que nos
obligó a detenernos por unos minutos -¡menos mal que pinchamos en una zona arbolada!-,
para luego retomar la misma marcha incesante hasta la república santaclarense.
A poco de dejar atrás la estación de Cobo, tomamos el acceso
a Santa Clara del Mar que nos depositó en su entrada, con un hermoso ocaso a
nuestras espaldas.
Objetivo cumplido, tras 165 km de pedaleo, en un solo día, con una temperatura angustiante y cargados con alforjas, pudimos arribar en Santa Clara del Mar y así culminar con 500 km a cuestas en total, habiendo unido el mar con las sierras.
Fue un viaje que se mostraba más sencillo en los planes que lo que fue en la práctica y que pudimos concretar, afortunadamente, con éxito.
Hasta la próxima y gracias por leer.