19 ene 2011

Quienes manejan el sistema, (originalmente había escrito "el sistema", pero me parece muy injusto echarle la culpa a un concepto de actos realizados por humanos) se encargan de generar necesidades que las personas no tienen para luego satisfacerlas. Basta con inventar y publicitar (siempre que se tenga el poder), para que miles salgan a comprar el aparato más novedoso, que les permitirá mantener su "imagen".
Lejos de redactar otro manifiesto comunista y pretender echar por la borda al capitalismo, mi preocupación es otra. Tan criticado por todos, pero avalado a la vez por sus actos, el exceso en el grado de conexión humano-aparato termina por llevarnos a una total y absoluta dependencia.
La pregunta es: ¿Por qué las masas caen por la cascada hacia el gran canasto que acumula a los seres humanos "en serie"?. El Facebook, tan pobrecito e ingenuo como nos lo quieren vender, cala muy hondo en las mentes no preparadas para tanta exposición. Los peores caracteres del ser humano, se ven maximizados gracias a la posibilidad que brinda esa bendita página de mostrarle a todo el mundo lo que hacen y dejan de hacer. Si sus mal llamados amigos no saben en qué lugar vacacionan, dónde van a ir a bailar esta noche, qué auto tienen, dónde viven, qué estudian, qué ropa visten; en resumen, lo que creen que los hace mejores que el resto, no pueden vivir. Los logros personales carecen de significado para ellos si los demás no se enteran y los envidian. Sus vacaciones no sirven de nada, si el otro desconoce aquél fantástico lugar que han conocido. La linea entre la publicación de una simple foto a modo demostrativo y la fantarronería es muy delgada. A veces, imperceptible. Muchas veces, el espíritu de la persona (si es que la conocemos de verdad), es el que nos permite dilucidar si lo ha hecho con intenciones nobles o mediocres. Pero hete aquí que ese espíritu no es cognoscible a través de una computadora.
Las más grandes obras se habrían convertido en historias simplonas si a los personajes de aquellas los hubiera invadido la tecnología de manera tan abrupta y estipidizante. El mismo Gregorio Samsa hubiera llamado al 911 desde su celular para hacer conocida su desesperación. Las "etiquetas" hubieran echado a perder el secreto de Dorian Gray. Las novelas de Conan Doyle podrían haber sido arruinadas por un llamado telefónico que hubiera evitado el crimen que luego investigaría Sherlock Holmes con la ayuda de su amigo Watson. Qué horrible resulta pensar que las maravillosas conversaciones entre los personajes de Wilde pudieron haber sido interrumpidas por un llamado al celular o un mensaje de texto. Hasta los ciudadanos de "1984" hubieran burlado fácilmente los obstáculos impuestos por el "Gran Hermano", convirtiendo a una de las mejores novelas de la historia en una banalidad. ¿Y qué decir de los diez negritos? Imaginan el gran policial de Agatha Christie interrumpido porque algún vivo con un gps descubrió la ubicación de la isla y pidió auxilio por mensaje de texto?. Toda nuestra infancia puede derrumbarse al ver que Tom Sawyer es encontrado en el segundo capítulo del libro gracias a la invasión tecnológica.
Imagino un mundo en el que se lee y se escribe más, en el que se conversa y dialoga hasta el hartazgo, en el que los ringtones no echan a perder un encuentro o una tertulia. No por ser presa del pasado, tampoco por melancólico, sino por estar cansado de ver tanto ser humano automatizado que anda por la vida sin mirar a su alrededor.


2 comentarios:

Maximiliano dijo...

GENIALES SENSACIONES Y MUY BIEN EXPRESADAS.

Leonel Javier Ciliberto dijo...

¡Cómo se nota que usted es mi amigo!.

Muchas gracias estimado.