22 abr 2014

Montevideo en bicicleta y una cita con Paul McCartney: cuatro días en la vida, con una pequeña ayudita de mis amigos


Pedalear por las calles de Montevideo era una idea tentadora, pero que necesitaba estar acompañada de una fuerza importante que nos impulsara a visitar aquella ciudad. Ese empujón llegó de la mano de Paul McCartney, el talentoso Beatle de 71 años que generó una revolución a miles de kilómetros de su tierra, causando que argentinos y brasileños cruzaran la frontera con el fin de verlo y escuchar su música.

Día 1 - Arribo a Colonia desde Buenos Aires y traslado hacia Montevideo

Con nuestras bicicletas armadas y nuestros bolsos en el portaequipaje llegamos al puerto de embarque de la empresa Colonia Express. Tras un breve "check-in", pasamos al sector de migraciones, donde el personal retiró nuestras bicicletas, armadas, para ubicarlas en la bodega del buque.

Tras un pequeño retraso debido a la gran cantidad de gente que pretendía cruzar el charco, comenzamos a movernos por agua hasta llegar a Colonia, donde descendimos para tomar el colectivo que nos alcanzó hasta Montevideo. Allí también nuestras bicicletas viajaron armadas, en la baulera del micro, sin inconvenientes. Incluso fuimos nosotros mismos quienes las subimos y las bajamos, por sugerencia del personal de la empresa, para evitar daños en aquéllas.

Una vez que arribamos en Montevideo, sin esa pesada idea de tener que armar la bicicleta al llegar, volvimos a ubicar nuestros bolsos en el portaequipaje y emprendimos camino hasta un hostel llamado Willy Fog, lugar muy agradable en el que nos hospedamos durante cuatro días, rodeados de otras personas, en su mayoría enloquecidas por la llegada de Paul. Por momentos, dentro del hostel, no se hablaba de otra cosa.

Unas cervezas antes de dormir y a despertarse relativamente temprano al otro día para dar unas vueltas.

Día 2 - Visita al Parque Lecoq

Luego de interrogar a varios nativos, confirmamos una vez más el alto nivel de cipayismo que existe en Argentina, donde se suele hablar bien de todos los países menos del propio, pues comenzamos a enterarnos de que la vida en Uruguay no es tan fácil como suele decirse por estos lares. Es un país caro, tanto para nosotros como para ellos, donde tener un automóvil y mantenerlo es un verdadero lujo. Donde el transporte público cuesta cinco veces más que en Argentina, por tramos cinco veces menores. Donde los servicios cuestan seis veces más que en Argentina. Sólo por citar algunas cosas.

Su gente es amable y muy bien predispuesta con el turista. Todos se detienen a responder nuestras inquietudes y se toman el tiempo que sea necesario para explicar una y otra vez cómo llegar hasta un determinado lugar.

Uno de estos amables uruguayos fue Hugo, quien nos indicó la forma más segura de llegar al Parque Lecoq, porque hay que tener en cuenta que ciertos caminos están "vedados" para los ciclistas, ya que el riesgo de sufrir un robo es alto. Como en toda capital, hay zonas seguras y zonas inseguras. Y desde que el hombre puede apropiarse de algo, existe otro que quiere quitárselo.

Partimos desde el hostel, ubicado en la calle Maldonado al 900 (cerca de la Plaza Independencia), hacia la Av. 18 de Julio, para luego tomar Av. Libertador, hasta llegar al Palacio Legislativo, primera construcción que merece una parada obligada para admirar su impresionante diseño.







Posteriormente, tomamos la Av. Agraciada, que nace detrás del Palacio Legislativo, derecho hasta la calle Ramirez, donde tomamos una curva hacia la izquierda hasta la Av. Luis Battle Berres. Como referencia, se puede tomar un Santander Río que se encuentra sobre la mano derecha (sobre Av. Agraciada), para saber dónde girar. Pero no se preocupen, cualquier uruguayo les indicará amablemente cómo llegar a cualquier parte.

Una vez que llegamos a la Av. Luis Battle Berres, giramos a la derecha y a pedalear a través de los 12 km. que nos separaban de nuestro destino. Esta parte del camino es la menos pintoresca, aunque ofrece una hermosa vista de Montevideo al pasar por sobre la ruta 5.


El asfalto se encuentra en un estado desastroso, presentando enormes baches en determinadas partes que obligan a los autos a frenar a cero. En lo que a nosotros respecta, tenemos que lidiar con serruchos, lomos de burro y alguna que otra línea gruesa que mueve nuestra bicicleta. No es recomendable circular por la banquina, en los tramos donde hay, ya que los obstáculos son abundantes y el trayecto no se disfruta. Pero hay que prestar mucha atención al moverse por el carril derecho, ya que los autos pasan a una considerable velocidad.

De pronto, un cartel de madera, grande, ubicado a la derecha, nos indica que hemos llegado al Parque Lecoq. 


La fotografía fue tomada al salir del parque, no al ingresar, por lo cual sale sobre la izquierda. Dentro del Parque Lecoq podremos ver numerosas especies de animales, que cuentan con un amplio lugar para su esparcimiento, aunque tampoco dejan de estar encerrados, lo que genera en uno un pensamiento dicotómico.

Es ideal para andar tranquilo en bicicleta y tomar unos buenos mates. Más aún si toca una tarde de sol.






Regresamos por Battle Berres, hasta Ramirez, donde atravesamos el Prado y le dimos derecho hasta llegar al Estadio Centenario, para retirar nuestras entradas, mirarlas, olerlas y atesorarlas hasta el sábado a la tarde. El estadio se encuentra ubicado en una hermosa zona para recorrer.


La fiebre por Paul crecía: argentinos, brasileños, uruguayos y alguno que otro hablando en inglés, se acercaban hasta el estadio para retirar sus papeles.




Regresamos al hostel por la Av. 18 de Julio, visitando el Obelisco -Homenaje a los Constituyentes-, el Ministerio de Salud Pública, la Universidad de la República, la Biblioteca Nacional y la Intendencia. Finalmente, vimos el mar a pocas cuadras y regresamos al Willy Fog, con más de 50 km pedaleados encima y un cansancio considerable, no mayor que la ansiedad que teníamos por ver a Paul en poco más de 24 horas.




















Día 3 - Parte I - Paseo por la Rambla, pasando por Ciudad Vieja y Plaza Independencia

El día del recital había llegado, pero había que aprovecharlo íntegramente, por lo que salimos para Ciudad Vieja, a pocas cuadras del hostel, con el fin de recorrer los 25 km. de Rambla que tiene Montevideo, con la constante postal del mar sobre nuestra derecha y playas y espacios verdes muy bonitos. Incluso posee una ciclovía en la que se puede circular, pero es poco práctica ya que hay que esquivar a los peatones constantemente y esto entorpece mucho nuestro andar. Es mejor ir por la avenida.

Pero antes de ver el mar, hicimos una escala en el impresionante mausoleo de Artigas, ubicado en la Plaza Independencia. Desde allí puede admirarse un hermoso alrededor. Es realmente una preciosa postal de Montevideo.






















Luego, no hicimos más que tomar la rambla, pedalear, respirar el aire y disfrutar. La batería de la cámara nos abandonó a los pocos kilómetros, pero ello nos importó poco y nada. Al regreso, pasamos por el Parque Rodó y nos fuimos directo para el hostel, para darnos una buena ducha, almorzar y partir para el Estadio Centenario...

Día 3 - Parte II - El recital

Llegamos al Centenario cerca de las 18 horas, para encontrarnos con un mundo de gente y una organización espantosa, además de una cola de incontables metros para ingresar a la Tribuna Colombres. Allí abandonamos a Jess, que tenía que quedarse allí y nos dirigimos hacia la entrada del campo, que en este caso se llamaba "cancha".

No hicimos ninguna cola porque la puerta estaba vacía e ingresamos en pocos minutos al estadio.

Nos esperaban dos horas de ansiedad, durante las cuales tratábamos de evitar que nuestra alma se escapara del cuerpo. Nos pusimos de pie cuando sonó el himno uruguayo, que fue entonado con mucha fuerza por los locales y no volvimos a sentarnos más.

Fiel a la puntualidad inglesa, a las 20:30 horas, comenzó el show. Quince minutos de imágenes en las enormes pantallas en alta definición fueron la antesala de la salida de Paul y su banda.




Ahora llega la parte más difícil del relato: tratar de describir con palabras lo que uno sintió habiendo estado en ese momento y lugar. Quien relata, es un gran admirador de The Beatles, y de algunas piezas de la carrera solista de Paul McCartney Mucho más "Beatle" que seguidor de Paul como solista, sin que ello signifique que no existan temas de estos últimos de los cuales esté enamorado.

El comienzo, inmejorable, con un clásico a toda prueba: "Eight Days a Week", aplausos y locura generalizada. Se me escaparon las primeras lágrimas al ver a un tipo de 71 años que nos tenía a todos en la palma de la mano con solamente levantar su brazo para saludarnos.
El concierto siguió con "Save Us", temazo de su último disco. Minutos después, sonó "All My Loving", con un sonido ya totalmente perfecto -corregidas algunas pequeñísimas fallas-, para llevarse más lágrimas de mi cuerpo. "Listen to the What Man Said" y "Let Me Roll It", de The Wings y "Paperback Writer".

Hasta acá, todo era hermoso, pero a partir de este momento se tornó único, irrepetible y emocionante. Los siguientes nueve temas generaron en mí algo que pocas veces sentí viendo a un músico en vivo. Una suerte de menú a la carta al que Paul respetó, tocando las canciones que más quería escuchar, a excepción de "For No One", que parece ser la figurita más difícil del álbum.

Ellas fueron "My Valentine", canción que supe admirar y valorar en vivo, "1985", con esa introducción inigualable, una canción que podría salir en diez años y sorprender al mundo, "The Long and Winding Road", trillado pero necesario y perfecto, "Maybe I'm Amazed", después de haber aclarado que la canción era para Linda, lo que me hizo pensar que iba a venirse "My Love". Pero no, sonó esta impresionante composición que comenzó a quebrarme la voz mientras intentaba cantar bajito para no perturbar al resto de la gente.

Dentro del menú a la carta, el plato principal fueron dos canciones que formaban parte de mi podio personal de temas esperados para esta noche, junto con la mencionada "For No One": "I've Just Seen a Face" y "We Can Work It Out". A esa altura el cuerpo ya se iba para donde quería.

Luego, sonó "Another Day", una de las grandes sorpresas de la noche. Incluso pensé que nunca había escuchado ese tema, hasta que llegó el famoso "ch ch ch ch ch" del estribillo y caí en que lo conocía.

Y de postre: una versión inconmensurable de "And I Love Her", con un final alternativo con Paul silbando, "Blackbird", siempre necesaria, una de las canciones que más me gustan sobre la tierra y "Here Today", dedicada a John, también perfectamente compuesta e interpretada.

Luego tuvieron lugar "New" y "Queenie Eye", de su último disco. Lindas canciones, relajantes luego de tanta euforia vivida. Llegó "Lady Madonna" y todos pensábamos que, de ahí en más, todo sería lo esperado, lo de siempre. Pero no: "All Togheter Now", comenzó para sorpresa de todos, seguida por una de las mayores sorpresas de la noche, "Lovely Rita". "Every Body Out There" y después, la eterna "Eleanor Rigby".

A pedido de un fanático que no paraba de pedir su tema, Paul tocó "One After 909". Al principio, pensé que el tema se encontraba originalmente en la lista y que Paul no había hecho más que engañarnos, haciéndonos pensar que lo había tocado para él. Pero estaba equivocado. Al volver a casa y revisar la lista de canciones, me encontré con que durante todo el año 2013 no tuvo modificaciones. En este recital, Paul añadió este tema porque una persona se lo pidió, y además se lo dedicó, tanto antes de tocarlo como al final. Esa persona no se va a olvidar jamás de ese momento y seguramente pasará a ser uno de los más importantes de su vida.

Acto seguido, empezaron a escucharse los primeros acordes de una canción que jamás pensé que podía llegar a escuchar en vivo, "Being for the Benefit of Mr. Kite!". Maravillosa interpretación, acompañada por láseres y animaciones acordes a tamaña obra.

Luego siguieron las anunciadas: "Something", dedicada a George, "Ob-La-Di, Ob-La-Da", otro tema que no es de los preferidos pero que se presta para un coro generalizado, la siempre esperada "Band on the Run", "Back in the USSR", "Let It Be", "Live and Let Die", con una secuencia de fuegos artificiales y explosiones demencial, y "Hey Jude", para cerrar lo que sería la parte principal del recital.

El primer bis llegó de la mano de "Day Tripper", "Hi, Hi, Hi" y "Get Back". El segundo, con "Yesterday", que me hizo pensar, al igual que el 10 de noviembre de 2010, mientras lo veía en Argentina, cuántas veces habrá tocado, en vivo, Paul, esa perla de dos minutos que nos deja a todos sedados. Más adelante, "Helter Skelter", con la potencia de siempre, para cerrar con "Golden Slumbers", "Carry That Weight" y "The End".

Despedida de Paul, caras anonadadas por lo que acabábamos de ver y escuchar: se iba del escenario un pibe de 71 años, con la voz intacta, simpático, que habló durante todo el recital en español y se mostró amable con el público. Un Beatle.

Salí del Estadio junto a Lau, para encontrarme con Jess, que empezó a llorar ni bien nos vio, presa de la emoción.

Día 4 - Regreso a Buenos Aires

Después de muy pocas horas de sueño y de no haber hablado de otra cosa que no fuera Paul, emprendimos la vuelta para nuestro país. Pedaleamos hasta la terminal Tres Cruces, para encontrarnos con Jess, que iba en taxi, y tomar el micro que nos llevaría hacia Colonia, para embarcar una vez más y llegar a Puerto Madero.

Unas pocas cuadras nos recordaron lo hermosa que se ve siempre Buenos Aires desde la bicicleta.

A modo de corolario: se trató de un viaje positivamente extraño, porque pude mezclar la pasión por la música con el amor por andar en bicicleta, todo esto con la hermosa compañía de Laura y Jésica, más toda la gente hermosa que nos cruzamos, tanto en el hostel como en la ciudad.

Cuatro días en la vida, con una pequeña ayudita de mis amigos.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espectacular vuestra crónica !!!
No solo por el contenido CENTRAL de haber vivido lo de Paul en nuestro "paisito" si no por el paseo tan lindo que pudieron hacer por nuestras tierras.

Fuerte saludos HERMANOS ARGENTINOS desde el centro del Uruguay

Leonel Javier Ciliberto dijo...

¡Gracias por el comentario! Lo acabo de ver, un poco tarde y casi por casualidad. Un gran abrazo.