4 ene 2010

Franz Kafka

Los aforismos que leerán a continuación, fueron seleccionados siguiendo mi gusto personal, de la obra "Consideraciones acerca del pecado" del excelso Franz Kafka.

Creo no exagerar, al decir que fue él quien me permitió formar mi carácter, encaminar mis ideas hacia un lado y no hacia el otro. Formar mi personalidad.

Espero sepan disculpar (y hacerme notar) algún probable error de tipeo (la hora no ayuda demasiado).

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Todos los errores humanos son fruto de la impaciencia, interrupción prematura de un proceso ordenado, obstáculo artificial levantado al derredor de una realidad artificial.

Dos pecados capitales existen en el hombre, de los cuales se engendran todos los demás: impaciencia e indolencia. Aunque quizá no existe más que un solo pecado capital: la impaciencia. La impaciencia hizo que lo expulsaran, es con motivo de la impaciencia que no regresa.

A partir de cierto punto no hay retorno. Ese es el punto que hay que alcanzar.

En el transcurso se halla siempre el instante decisivo de la evolución humana. Por eso no carecen de razón aquellos movimientos espirituales revolucionarios que denuncian como poco significativo todo lo anterior, ya que, en efecto, aún no ha ocurrido nada.

Diferencia de las opiniones que se pueden tener (por ejemplo) sobre una manzana. La del niño pequeño, que debe extender el cuello para apenas verla sobre la mesa, y la del dueño de casa, que coge la manzana y la ofrece libremente a los comensales.

Si tuvieses toda la buena voluntad de avanzar y, no obstante fueras hacia atrás, tu situación sería desesperada en caso de que caminaras por una llanura; pero dado que trepas por una pendiente tortuosa, tan áspera como te muestras tu mismo a quien te observa desde abajo, tus retrocesos se pueden atribuir a la conformación del suelo y por lo tanto no debes desesperar.

Los leopardos irrumpen en el templo y beben hasta la última gota de los cálices del sacrificio; esto acontece repetidamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la ceremonia del templo.

¿Cómo podemos regocijarnos del mundo salvo cuando nos refugiamos en él?

Realizar los preceptos negativos es aun una carga que se nos ha impuesto; acatar los positivos es ya una virtud.

Una vez escogido el mal, éste no pretende más que creamos en él.

Los cuervos afirman que un solo cuervo podría destruir los cielos.
Incuestionable es la cosa, pero no prueba nada contra el cielo, porque cielo significa precisamente la imposibilidad de los cuervos.

Lo que nos hace limar con el nombre de juicio final al juicio universal, es sólo nuestra concepción del tiempo; en realidad se trata de un juicio sumario.

Te has ataviado de manera ridícula para este mundo.

Creer en el progreso no significa creer que haya habido ya un progreso. Eso sería una fe.

El hombre no podía vivir sin una confianza permanentemente en algo indestructible en él, cosa que no excluye que esta confianza o ese elemento indestructible, puedan quedar permanentemente ocultos para él. Uno de los modos en que puede manifestarse este misterio es la fe en un Dios personal.

Mentimos lo menos que podemos solamente cuando mentimos lo menos que podemos, no cuando tenemos poquísimas oportunidades.

El que en el mundo ama a su semejante, comete la misma injusticia del que en el mundo se ama a sí mismo. Sólo queda por preguntarse si la primera cosa es factible.

Puedes permanecer alejado de los sufrimientos del mundo, eres libre de hacerlo y corresponde a tu naturaleza, pero es probable que esa abstinencia tuya fuese el único sufrimiento que podrías evitar.

La humildad otorga a todos, aun al solitario desesperado, un íntimo contacto con los demás hombres, y lo otorga de inmediato, a condición por supuesto de que la humildad sea total y consecuente. Nuestros contactos con el prójimo son los de la plegaria, nuestros contactos con nosotros mismos son los de la acción; de la plegaria adquirimos la energía necesaria para la acción.

“No se nos puede acusar de falta de fe. Un valor de la fe inagotable tiene el simple hecho de que vivimos. ¿Consistirá en eso la prueba de la fe? Pero no-vivir no se puede. En ese no se puede está precisamente la fuerza demencial de la fe; es en esta negación que adquiere forma.
No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, espera solamente. Ni siquiera esperes, quédate solo y en silencio. El mundo llegará a ti para hacerse desenmascarar, no puede dejar de hacerlo, se prosternará extático a tus pues.

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